8.7.14

El rostro de la bruma

Estaba esperando en la misma parada, pero esta vez llovía y el techo no servía mas que de anuncio espectacular de cosméticos. 
Mojarse no era opcional, así que lo hice, y traté de enojarme lo menos posible con el cielo por esta húmeda espera. El autobús no pasaba, sólo las horas y cada vez era más tarde. 
Durante el día, el calor había bañado las calles, es por eso que el asfalto soltaba un vapor constante al golpe del agua. 
El vapor: tan espeso y con siluetas casi humanas desprendiéndose del suelo, caminando como una procesión de almas sin pena. 
Miles de fantasmas deambulando, yo sentada en la misma parada y ni un solo auto. Solo yo, sufriendo el tiempo. 
Recaí en hábitos viejos; volví a morderme las uñas. Hubiera fumado pero no había una tienda cerca, no he comprado tabacos desde hace un año y no había nadie a la redonda. 
Bueno, eso creí hasta que volteé a mi lado izquierdo para descubrir tras de una voluta de bruma, un hombre exhalando humo y con la mirada perdida entre el diluvio. 
No me había percatado de su presencia. 
Ahora que lo había notado, me decidí por abrir una conversación con la frase “tendrá un cigarro que me regale”. 
No respondió, sólo exhaló más humo. Fue cuando noté que no fumaba, sólo expedía fumarolas; una tras otra. 
Bajé la mirada y descubrí que sus pies se borraban por cada bocanada liberada. 
Después se diluyeron en la banca sus piernas, se difuminó en el respaldo su torso, hasta que sólo quedó su rostro flotando junto al mío. 
Y cómo aquél era el rostro de la bruma misma, al terminar de exhalarse la presencia por completo, se esfumó y yo, volví a ser sólo yo; una persona esperando en la misma parada debajo de un espectacular de cosméticos que no se corren: sólo la tormenta, el vapor de la calle y los miles de espectros que nos hacen compañía en nuestra profunda soledad. 

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